La participación de las niñas y las adolescentes en la escuela ha crecido considerablemente en los países en desarrollo durante los últimos años. Al respecto, la UNESCO señala que, aunque en las últimas décadas las oportunidades educativas han ido en aumento para ambos sexos, este avance ha sido especialmente notable en las tasas femeninas de acceso y retención y en la progresión de las niñas desde la enseñanza primaria hasta la secundaria y niveles superiores. De la misma manera muestra que, son las niñas las que tienden a mostrar mayores tasas de permanencia y a obtener mejores resultados que los niños una vez incorporadas al sistema educativo.

Por otro lado, un estudio realizado en 43 países encuentra que es difícil especular sobre cómo los futuros aumentos en el nivel educativo podrían afectar los eventos reproductivos tempranos de las y los adolescentes en la región latinoamericana. Los investigadores explican que esto se puede dar, en parte, por factores relacionados al incremento de los niveles de educación en un período corto y el efecto de la selectividad asociado a este incremento, el resultado de cambios de contexto, como el político o económico, y el efecto de la disminución de la calidad escolar, entendido como la poca mejora de los resultados del aprendizaje.

En el Perú la situación descrita no es muy diferente. Según datos del Ministerio de Educación, no hay diferencias significativas en el acceso a la educación primaria de niñas y niños de 6 a 11 años de edad, lo que demuestra que se ha logrado la equidad de género en el acceso a la educación primaria en todos los niveles socioeconómicos. Asimismo, entre los adolescentes de 12 a 16 años que están en la secundaria, las adolescentes mujeres del tercer y quinto quintil de la distribución de ingresos tienen tasas más altas que los adolescentes varones. La mayor diferencia no está relacionada con el género, sino con el tramo socioeconómico, ya que los más pobres están más de 10 puntos porcentuales por detrás de los más ricos en términos de asistencia a la escuela secundaria.

El análisis de UNICEF sobre las desigualdades de género revela dos grandes problemas en nuestro país: las normas de género perjudiciales que normalizan los embarazos y las uniones tempranas, y el tema de los cuidados. En el 2019, el 9,3% de las adolescentes de 15 a 19 años fueron madres y el 3,3% estaban embarazadas por primera vez, lo que aumentó los riesgos de violencia y abandono escolar, así como los riesgos asociados a la salud.

Lo alarmante de estas cifras es lo poco que han cambiado estas tasas de embarazo entre 2004-2006 y 2018, a pesar de la importante expansión de la cobertura de la educación secundaria. Así, en el país, alrededor de 13 de cada 100 adolescentes de entre 15 y 19 años ya son madres o están embarazadas por primera vez. Esta es una cifra que apenas ha variado en más de 20 años. Gonzales, en el portal Salud con Lupa señala que, en el 2017, hubo un total de 122.144 madres adolescentes, las cuales tienen en común la pobreza y el poco acceso a la educación. De ellas, 24 de cada 100 viven en zonas rurales y en situación de pobreza y 45 de 100 solo llegaron a culminar la educación primaria. En la pandemia, las dificultades de los adolescentes para acceder a atención en salud integral, que incluye salud sexual y reproductiva, han sido mayores.

Otro aspecto preocupante a tomar en cuenta es el uso del tiempo. Según la Encuesta de Uso del Tiempo del año 2010, las adolescentes dedicaron nueve horas semanales a tareas relacionadas con el cuidado, mientras que los hombres dedicaron menos de cinco horas semanales. Esta situación se agravó durante la pandemia, que aumentó la carga de trabajo doméstico y de cuidado de las mujeres, impidiéndoles dedicarse a otras actividades como por ejemplo las relacionadas al aprendizaje escolar.

Frente a esta compleja situación, cabe preguntarse, ¿qué tan importante es tener un ingreso masivo de niñas y adolescentes mujeres al sistema educativo, si dentro del mismo se reproducen estereotipos y se ahonda en las desigualdades? Claramente la escuela viene siendo un espacio desaprovechado para brindar información oportuna y completa sobre educación sexual y la prevención del embarazo adolescente, pero también es un espacio desaprovechado para concretar el discurso de igualdad de oportunidades entre mujeres y hombres, es decir para transformar y romper con las desigualdades que se inician tempranamente entre nuestras niñas y niños en los diferentes ámbitos en los que se socializan y crecen.

Señala UNICEF que la escuela es el “punto de partida para que los seres humanos seamos libres de desarrollar nuestras capacidades personales y tomar decisiones sin las limitaciones que establecen los estereotipos o los prejuicios”. En ese sentido, la educación con enfoque de igualdad de género es indispensable para combatir estereotipos como el machismo y para erradicar la violencia contra nosotras las mujeres, para que se respeten nuestros derechos y para que se eviten situaciones que nos relegan dentro de la sociedad, puesto que muchas de estas situaciones de desigualdad tienen sus bases en creencias y estereotipos aprendidos y se normalizan desde edades tempranas.

De la misma manera, se hace cada vez más urgente y necesaria la educación sexual integral en la escuela, por cuanto esta permite a las niñas, los niños y adolescentes proteger y promover su salud, su bienestar y su dignidad. La educación sexual integral permite no sólo el derecho de tomar decisiones sobre el propio cuerpo, sino también la información para tomar estas decisiones de manera sensata y oportuna.

Es por ello que los invito a que este mes de marzo sea un espacio para conmemorar el Día de la Mujer desde la mirada de nuestras niñas y adolescentes. Después de dos años de educación remota, el regreso a la escuela no debería ser más de lo mismo, al menos no para ellas. La escuela debe y tiene que ser un espacio seguro, acogedor, pero sobre todo transformador, en donde las niñas y adolescentes puedan desarrollar sus aprendizajes de manera integral en igualdad de condiciones y sin violencia. De esta manera, y desde temprana edad, ellas podrán ejercer sus derechos y contribuir a la construcción de una sociedad más justa y equitativa. Hoy 8 de marzo, debemos comprometernos, como sociedad, a defender el enfoque de igualdad de género en el sistema educativo, y demandar educación sexual integral. Se trata de un espacio que hemos ganado y que no debemos dar marcha atrás.


Foto: Unicef